Páginas

20 de julio de 2010

El ajo y la dieta de las legiones romanas

Entre los siglos IV y III a.C., multitud de paganos invadieron y ocuparon gran parte de la Europa situada al norte de los Alpes. Eran los llamados celtas y controlaron una extensa zona que se extendía desde Irlanda y España en el oeste hasta ciertos países de la Europa oriental. Pero a finales del siglo III a.C., la fortuna de los celtas comenzó a declinar ininterrumpidamente debido a las acciones militares iniciadas por los romanos.

Los historiadores de esta época y de períodos posteriores hablaron de las grandes victorias conseguidas por las legiones romanas en diferentes batallas. A mediados del siglo I a.C., los romanos dirigieron su atención a la Galia, que fue sojuzgada finalmente por Julio César en el año 50 a.C.; el resto de la Europa Céltica lo fue por los emperadores Augusto y Tiberio. El año 84 d.C., los ejércitos del gobernador romano Agrícola llegaron al norte de Escocia, marcando el fin de la primacía del mundo céltico. Sólo Irlanda se libró de la presencia de Roma.

Para proporcionar a su cansada infantería la resistencia necesaria para cubrir distancias increíbles sobre un terreno áspero y desfavorable en las peores condiciones climáticas imaginables, los generales romanos sólo disponían de un limitado surtido de alimentos. Debían ser alimentos fáciles de transportar y de preparar, y que al tiempo satisficieran los requerimientos energéticos de unas tropas exhaustas de las que se esperaba que anducieran miles de kilómetros y lucharan fieramente en encarnizadas batallas.
Al ahondar en los escritos científicos y médicos de aquella época de gente como Plinio el Viejo, Cornelio Celso y Claudio Galeno, se comprueba que el ajo era utilizado frecuentemente junto con otros muchos productos alimenticios.


Por lo general, las raciones del ejército romano eran de tres tipos: alimentos sólidos, sopas o gachas y brebajes nutritivos. Cuando capturaban y mataban animales salvajes, debían guisarlos sobre la marcha con zumo de granadas maduras, pistachos molidos y salados y ajo picado. Este tipo de comida se preparaba cuando habían tenido tiempo para detenerse, descansar y cazar algo.
Pero casi siempre, sobre todo cuando los oficiales mandaban avanzar a su tropa, la ración consistía en sopas o gachas. Los tres tipos de gachas preferidos eran: 1) mijo hervido con vino blanco; 2) cebada hervida diluida en vino blanco; y 3) cebada hervida, miel, granada y ajo. Al parecer, estas últimas gachas, además de utilizarse como alimento se suministraban con fines medicinales, probablemente para mantener las tripas de los soldados libres de parásitos intestinales, ya que cruzaban tierras extrañas y bebían agua insalubre.

Parece también que, en ocasiones algunas de estas legiones consumían legumbres como lentejas y garbanzos, sobre todo cuando permanecían largo tiempo en determinado lugar. Aquí, para dar cierto sabor a las legumbres, intervenían de nuevo el ajo, las cebollas, los puerros y la sal. Sin embargo, es indudable que fueron las diversas pócimas nutritivas las que proporcionaron a los militares romanos la inmensa energía de que hicieron gala y que los ayudó a soportar condiciones extremas. Uno de estos brebajes estaba formado simplemente por miel y zumo de uvas blancas fermentado. Es el mismo vinagre que según la tradición cristiana el soldado romano ofreció al Crucificado en el Calvario.

Otras dos pócimas contenían ajo ligeramente envejecido. Antes de echarlas en las cantimploras de cuero que los soldados llevaban en las expediciones, sus ingredientes, incluido el ajo majado, se dejaban fermentar en botellas de unos dos litros. Al parecer, este proceso de envejecimiento mantenía intactas la actividad enzimática y algunas sustancias del grupo del complejo vitamínico B.
La primera de ellas estaba compuesta de cebada cocida, ajo molido y vino blanco. La otra incluía también cebada, y el caldo de hervirla ajo picado, granada madura majada y miel oscura.


Fuente:
El ajo y sus propiedades curativas: historia, remedios y recetas - John Heinerman


6 comentarios:

  1. Si es que el ajo, solo liga mal con los vampiros.

    Interesante entrada y blog, me pasearé más amenudo.

    ResponderEliminar
  2. Pasa cuando quieras Pilar, y gracias.

    ResponderEliminar
  3. Mucho ajo para un salud de hierro.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Con sabor a ajo dicen que se liga mucho...

    ResponderEliminar
  5. Senovilla, pues dicen que es muy bueno para todo.

    Fabriciano, no sé yo eh? Tú por si acaso no lo pruebes jajajaja.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  6. Yo siempre he mantenido que el ajo es algo maravilloso, un condimento esencial con mil propiedades nutritivas y curativas.
    ¡Viva el ajo!

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario.