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7 de enero de 2010

La cámara secreta de los católicos

Durante el reinado de Elizabeth I de Inglaterra, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, existió una intensa persecución de los sacerdotes católicos. Para evitar su encarcelamiento o, incluso, su muerte, los sacerdotes se refugiaron en pequeñas cámaras secretas llamadas "priest hole". Aunque durante sus primeros años la llamada “Reina Virgen” mantuvo una política de tolerancia y permitió a los católicos conservar su fe, siempre que los ritos los celebrasen en la intimidad de sus hogares, pronto descubrió que el catolicismo representaba una seria amenaza para su consolidación en el poder. Los católicos, que no consideraban a la hija de Ana Bolena una reina legítima, se rebelaron contra ella en 1569 y en 1571 y el Papa terminó apartándola de la comunidad católica a través de la bula de excomunión de 1570. Estos acontecimientos obligaron a la reina a endurecer sus medidas contra la religión y a tratar de consolidar el protestantismo en Inglaterra. La reina condenó a muerte a los sacerdotes católicos que se hubieran ordenado tras su ascenso al trono en 1558; prohibió la celebración de ritos católicos, castigando a los reincidentes con el encarcelamiento de por vida; y aplicó la pena de muerte por alta traición al “papista” que hubiese convertido al catolicismo a un protestante y a éste último, por abrazar la fe católica.
“Priest hole” en Harvington Hall

El miedo a ser encarcelados o ejecutados hizo que los sacerdotes construyeran en sus templos escondites donde refugiarse. También en las mansiones de las familias católicas se camuflaron habitáculos para ponerse a salvo. El número de cámaras secretas y lugares donde esconderse proliferó a medida que la reina intensificaba la persecución. Estos claustrofóbicos lugares podían encontrarse en partes aisladas de las casas, detrás de paredes, en el subsuelo o en el techo. A veces eran de mayor tamaño y se utilizaban para celebrar la misa con la máxima seguridad, pero, generalmente, sólo servían para que el sacerdote se refugiase en caso de emergencia y pusiera a salvo diversos ornamentos católicos, vasos sagrados y otros objetos comprometedores. Un jesuita, Nicholas Owen, dedicó la mayor parte de su vida a la construcción de estos lugares. Él diseñaba y construía los refugios y, en caso de necesidad, conducía al sacerdote a través de pasajes subterráneos para esconderlo en habitaciones secretas e inaccesibles. Para garantizar la seguridad, sólo él y el sacerdote perseguido sabían la ubicación del “priest hole”. Nadie sabe cuántos hizo exactamente y es muy posible que algunos se encuentren aún por descubrir. En estos claustrofóbicos lugares, los sacerdotes podían permanecer semanas, hasta que el peligro cesaba. Aunque cualificados carpinteros y albañiles intentaban descubrir los paneles secretos que ocultaban al sacerdote, con frecuencia, ni una búsqueda minuciosa permitía acceder a estos lugares ocultos. Sin embargo, en ocasiones, el hacinamiento, el hambre y la sed o la falta de oxígeno acababan con la vida de la persona refugiada antes de que pudiera salir del escondite.

“Priest hole” en Sawston Hall
(Fuente: Ovejas Eléctricas)

5 comentarios:

  1. que curioso, no conocía sobre estos escondites...

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  2. ¡Vaya zulos para refugiarse en caso de peligro! Claustrofobias aparte, lo importante era salvar el pellejo y las pertenencias.
    Un saludo.

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  3. Madre mía... semanas ahí metidos! Que claustrofobia!

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  4. ¿No sabía nada de esto! Me ha recordado "Los topos", de Jesús Torbado, sonbre los que se escondieron tras el triunfo de Franco en altillos, dobles armarios y sitios tan claustrofóbicos como los que describes, y no salieron hasta que el "caudillo" murió...echa cuentas.

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  5. Muy buena entrada. Para que luego hablen mal solo de lo que se hacía en España.
    Un abrazo

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