Durante la Guerra Civil, en toda la campaña extremeña el uso del terror por parte de las columnas africanas a las órdenes de los mandos golpistas fue la tónica habitual. No era raro que no se hiciesen prisioneros, que se rematase a los heridos, que se les cortasen las orejas, los genitales e incluso las cabezas para exhibirlas después como botín de guerra. En el fondo, no hacían otra cosa que seguir las recomendaciones del general Mola, cuando indicaba la necesidad de extender el terror entre la población civil.
Las tropas comandadas por el general Yagüe se dirigieron aceleradamente a Badajoz, que estaba llena de refugiados y que no cesaba de ser bombardeada por la aviación alemana. Desde las primeras horas del día 14 de agosto de 1936, la ciudad sufría un durísimo castigo por parte de la artillería, al tiempo que muchos oficiales encargados de las defensas republicanas las boicoteaban o, simplemente, desertaban, facilitando la entrada de las tropas franquistas. Alrededor del mediodía, los feroces ataques lograron horadar una parte de las murallas de la ciudad por donde penetraron moros y legionarios, disparando a todo aquel que encontraban a su paso y alcanzando en poco tiempo el centro de la ciudad.
Un grupo de milicianos republicanos pretendió hacerse fuerte en la catedral, pero fue fulminantemente arrasado. Las fuerzas ocupantes y los falangistas emboscados hasta entonces en la ciudad se lanzaron a una orgía de saqueos de comercios y viviendas, en su mayoría pertenecientes a los mismos derechistas que habían «liberado». Arrasaron con todo lo que pudieron y cargaron con el botín por unas calles sembradas de cadáveres y cubiertas de sangre.
Plaza de toros de Badajoz, 15 de agosto de 1936 |
Cientos de prisioneros fueron conducidos a la plaza de toros para ir siendo ejecutados en masa. Al caer la noche, bandas de soldados moros, legionarios y falangistas siguieron saqueando las viviendas de los trabajadores, violando a las mujeres, deteniendo a todos los hombres. Y en la plaza de toros siguió la matanza indiscriminada mientras aumentaba el número de prisioneros en días sucesivos, habiendo de habilitarse improvisadamente varios campos de concentración.
Cuando, a los tres días, Yagüe abandonó Badajoz, la ciudad se encontraba en buena medida «pacificada», pero durante meses continuaron las delaciones, las detenciones y los fusilamientos, que pasaron a hacerse directamente en el cementerio.
Badajoz quedó muy postrada tras su «liberación», tal como comunicaba a Franco el nuevo comandante militar de la plaza:
«La moral pública estaba abatida. Para levantarla he organizado un desfile, unas manifestaciones y gran propaganda, pero son poco sensibles y el susto no se les acaba de salir del cuerpo».
Simultáneamente, se organizaron batidas por los alrededores de la ciudad, para la caza y captura de los muchos huidos que merodeaban por los campos, muchos de los cuales habían sido devueltos desde Portugal.
La prensa internacional enseguida se hizo eco de los sucesos acaecidos en Badajoz. El periodista portugués Mário Neves, del Diário de Lisboa, regresó a Lisboa horrorizado por el espectáculo del que había sido testigo, y se juró no volver jamás a Badajoz (aunque regresó en los años 80 para grabar un documental sobre estos hechos). Neves informa en su crónica:
«Escenas de horror y desolación en la ciudad conquistada por los rebeldes».
«Durante toda la jornada, se produjeron asesinatos por las calles de la ciudad, sobre todo a cargo de legionarios marroquiés. El mismo día 14, Yagüe ordenó el confinamiento de todos los prisioneros -la mayoría civiles- en la plaza de toros».
El 15 de agosto, el enviado de Le Temps, Jacques Berthet, enviaba su crónica:
«…alrededor de mil doscientas personas han sido fusiladas (…) Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre (…) Los arrestos y las ejecuciones en masa continúan en la Plaza de Toros. Las calles de la ciudad están acribilladas de balas, cubiertas de vidrios, de tejas y de cadáveres abandonados. Sólo en la calle de San Juan hay trescientos cuerpos (…)».
El 18 de agosto, Le Populaire publicaba:
«Elvas, 17 de agosto. Durante toda la tarde de ayer y toda la mañana de hoy continúan las ejecuciones en masa en Badajoz. Se estima que el número de personas ejecutadas sobrepasa ya los mil quinientos. Entre las víctimas excepcionales figuran varios oficiales que defendieron la ciudad contra la entrada de los rebeldes: el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega y un cierto número de suboficiales y soldados. Al mismo tiempo, y por decenas, han sido fusilados los civiles cerca de las arenas».
El martes 18 de agosto, el Premio Nobel de Literatura francés François Mauriac, publicó en primera plana de Le Figaro un artículo sobre los sucesos de Badajoz que conmocionó a Europa.
Fusilamientos en masa junto al cementerio de Badajoz |
Fuentes:
* Enrique González Duro. "Las Rapadas". Ed. Siglo XXI, 2012
* https://kaosenlared.net/la-matanza-de-badajoz-un-ano-mas-contra-el-olvido-y-la-memoria
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