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16 de septiembre de 2018

Los manuscritos del mar Muerto (I)

Hacia el año 796 d.C., el obispo de Seleucia (en el actual Irak) mencionaba el hallazgo de ciertos escritos, diez años antes, en una cueva cercana a Jericó, en las proximidades del mar Muerto. Pero, aunque a esta noticia se suman otras parecidas de autores judíos y musulmanes medievales, han sido necesarios casi dos mil años para que los manuscritos del mar Muerto vean nuevamente la luz. Destacan entre ellos los 600 manuscritos identificados a partir de varias decenas de miles de fragmentos de pergamino escritos en hebreo y arameo, encontrados en once cuevas entre 1946 y 1956. Estas cavidades estaban situadas en las inmediaciones de Khirbet Qumrán, las "ruinas de Qumrán", un yacimiento arqueológico al sur de Jericó, en la orilla occidental del mar Muerto, en pleno desierto de Judea.

Su hallazgo, calificado como el mayor descubrimiento documental de los tiempos modernos, causó gran conmoción entre los estudiosos del judaísmo antiguo. La razón es fácil de entender: se trataba en su mayoría de textos desconocidos hasta entonces, compuestos entre mediados del siglo III a.C. y mediados del siglo I d.C., que prometían arrojar nueva luz sobre el judaísmo del periodo grecorromano, del cual surgieron el cristianismo y la religión judía como la conocemos.


En el invierno de 1946-1947, tres pastores beduinos descubrieron los siete primeros manuscritos en la llamada Cueva 1 de Qumrán. Los escritos anunciaban lo que, a través de nuevos hallazgos, se reveló como una extraordinaria biblioteca, integrada por obras que reflejaban las ideas de una secta o comunidad cuyos miembros pensaban que la historia obedece a un plan predeterminado por Dios.

Según ellos, Dios había dividido a la humanidad en dos grupos enfrentados entre sí: Los "Hijos de la Luz" o "seguidores de la Ley" y los "Hijos de las Tinieblas". La lucha entre unos y otros, liderada por dos arcángeles, concluiría con la victoria de los "Hijos de la Luz", anunciada por la llegada de dos Mesías. Uno de ellos es de signo celestial, mientras que el otro tiene carácter sacerdotal, lo que sugiere que una parte de los integrantes de dicha secta procedía de un linaje sacerdotal. Sus miembros creían que el fin de los tiempos era inminente y que, entre tanto, debían dedicar su vida a cumplir escrupulosamente los preceptos de la Ley comunicada por Dios a Moisés en el Sinaí, al estudio de los libros sagrados y a rezar a Dios para que les ayudara a mantenerse en el camino de la santidad. A sus ojos, ellos formaban el verdadero Israel y eran sus auténticos sacerdotes.

Los restantes manuscritos fueron encontrados en diez cuevas descubiertas entre 1952 y 1956. Algunos estaban debidamente enrollados, envueltos en lino y depositados en jarras de cerámica ─como los procedentes de la Cueva 1─, pero la mayoría, en especial los localizados en la Cueva 4, estaban en un estado tan fragmentario que su reconstrucción exigió un trabajo ingente.

Los textos hallados en las cuevas tienen un carácter muy diverso. Aparte de numerosas copias de casi todos los libros de la Biblia hebrea (que constituyen el grueso del Antiguo Testamento cristiano), tenemos una serie de reglas y textos legales con las normas por las que se deben regir los miembros de la comunidad: actividades y oraciones diarias, abluciones y purificaciones rituales, normas alimenticias y sexuales, penas y castigos... Tales textos nos permiten deducir también la organización de la secta, formada por un consejo comunitario bajo la autoridad de un supervisor y por sacerdotes y laicos distribuidos en diferentes "campamentos" o lugares de residencia. Algunos de ellos se localizaban en el desierto, como Qumrán, y tal vez estaban reservados para varones en régimen de celibato; otros, de carácter familiar, estaban situados en las ciudades e integrados por varones, mujeres y niños. Al ingresar en la secta tras una larga instrucción ritual, los nuevos miembros debían poner sus propiedades a disposición de la comunidad.

Hay también una gran cantidad de comentarios y paráfrasis de los libros bíblicos, especialmente del Pentateuco y de los libros proféticos. Pero también existen diversos textos apocalípticos no recogidos en la Biblia hebrea, como el Primer Libro de Henoc. Se trata de obras que reflexionan sobre el origen del mal y que describen mediante visiones lo que sucederá al final de los tiempos, cuando el Dios de Israel juzgará a los transgresores de su Ley, regenerará la tierra y propiciará la victoria de Israel sobre sus enemigos.

Por último, hay que mencionar una serie de manuscritos sobre el calendario litúrgico y su correlación con los ciclos astronómicos, diferentes colecciones de himnos, bienaventuranzas, bendiciones y maldiciones, y el misterioso Rollo de Cobre, que describe un tesoro cuyo paradero ─si es que no se trata de un escrito meramente simbólico─ ha sido imposible descifrar.

Desde el principio se pensó que los autores de los manuscritos podrían haber sido los esenios, cuyo nombre proviene del hebreo 'osei ha-tora', "seguidores de la Ley". Esta secta judía del periodo grecorromano aparece mencionada en los escritos de diversos autores antiguos, como Filón de Alejandría, Flavio Josefo, Plinio el Viejo, Dión de Prusa, Hipólito Romano o Epifanio de Salamina, cuyas descripciones se ajustan a lo que los manuscritos descubiertos nos dicen acerca de la comunidad de los "Hijos de la Luz".

Por lo general, los autores grecorromanos aluden a la comunidad que los esenios habrían fundado a orillas del mar Muerto, mientras que los autores judíos se refieren al esenismo como un movimiento extendido por todo Israel. Pero ambos datos casan bien en el panorama geográfico que presentan los manuscritos: existirían diferentes "campamentos", de los cuales varios habrían sido erigidos por los esenios en el desierto. En este sentido se ha podido demostrar arqueológicamente la conexión entre Qumrán y otros yacimientos de la misma época situados algo más al sur, como 'Ein Feshka' y 'Ein el-Guweir'.


Fuente:
*Carlos A. Segovia "La biblioteca oculta de los esenios. Los manuscritos del mar Muerto". Historia National Geographic Nº 88, pág. 42-43


1 comentario:

  1. Toda una aureola de misterio rodea este descubrimiento. Y muchos enemigos.
    Un saludo .

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