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5 de febrero de 2012

Diocleciano y los cristianos

Diocleciano nació en Salona, en la provincia romana de Dalmacia (actual Croacia), en el año 244. Su nombre original era Docles. Por su participación en las diferentes campañas militares, fue ascendiendo de rango hasta llegar a ser comandante de caballería durante el gobierno del emperador Caro. Luego de la muerte de éste y de su hijo Numeriano durante la campaña de Persia, Diocleciano fue proclamado emperador por sus tropas. Pero el trono también fue reivindicado por Carino, quien era otro hijo del emperador Caro. Sin embargo, Diocleciano lo derrotó en la batalla del Margus.

Diocleciano pretendió consolidar la unidad imperial eliminando de raíz al cristianismo, cuyas ideas impugnaban instituciones esenciales de la sociedad romana, y cuya fuerza de resistencia lo convertía en un estado dentro del estado.

En el año 303, se emitieron una serie de edictos que abolían los derechos legales de los cristianos y exigían a la vez que cumplieran con las prácticas religiosas tradicionales. Edictos posteriores se enfocaron en el clero y demandaban sacrificios universales, ordenando a todos los habitantes realizar sacrificios a los dioses. La persecución varió en intensidad a lo largo del imperio —las represiones más débiles se presentaron en Galia y Britania, donde únicamente se aplicó el primer edicto, mientras que las más violentas se dieron en las provincias orientales—.

Los cristianos habían sido objeto de discriminación a nivel local en el Imperio, aunque los primeros emperadores se mostraron reacios a la posibilidad de formular leyes directamente contra ellos. Sin embargo, desde el principio el propio cristianismo había sido visto como una amenaza para las tradiciones del Imperio romano. De igual forma, los cristianos eran vistos como parte de una "sociedad secreta", de la cual siempre se sospechaba y que por estrictas razones era mantenida al margen de la sociedad. A pesar de esto, en los dos primeros siglos de la era cristiana, ningún emperador emitió leyes contra la Iglesia. Durante este periodo, la mayoría de las persecuciones fueron hechas por funcionarios del gobierno local. Para un imperio de una vasta extensión que integraba pueblos muy diversos los cristianos podían aparecer como una amenaza, puesto que rechazaban los festejos públicos, se negaban a participar en el culto imperial, recelaban de los cargos públicos y eran abiertamente críticos con las religiones tradicionales, despertando más la desconfianza del propio Diocleciano. Hacia la década de 250, durante los reinados de Decio y Valeriano, comenzaron a aprobarse determinadas leyes contra la práctica del cristianismo. Este tipo de legislación obligaba a los cristianos a realizar sacrificios a los dioses paganos (acción vedada por su religión), o de lo contrario, afrontar la prisión y la pena de muerte. Después de la llegada al trono de Galieno en 260, este ordenó por decreto un cese temporal a la persecución.

La persecución no consiguió detener el crecimiento de la iglesia cristiana. En 324, Constantino era el único gobernante del Imperio y el cristianismo se había convertido en su religión predilecta. Aunque la persecución tuvo como resultado la muerte —de acuerdo con estimaciones actuales— de entre 3000 y 3500 cristianos, así como la tortura, encarcelamiento o destierro de muchos otros, la mayoría de los cristianos eludieron el castigo. La persecución causó, sin embargo, que muchas iglesias se dividiesen entre aquellos que habían cumplido con las imposiciones imperiales (los "traditores"), y aquellos que se habían mantenido "puros".

En los siglos posteriores, algunos cristianos crearon un "culto a los mártires" y exageraron las barbaridades de la era de las persecuciones. Estos relatos fueron criticados desde la época de la Ilustración y posteriores.


Fuentes:
- Historia, guerras y armas
- Wikipedia
- Erain
- Rincón del vago

1 comentario:

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