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27 de septiembre de 2011

El panadero que quemó Londres




A finales del verano de 1666 Londres era un polvorín emocional y físico. Con el país en guerra contra franceses y holandeses la xenofobia paranoica estaba generalizada.

Los incendios en Londres eran comunes, incluso inevitables, dado que la mayoría de las construcciones de la capital eran de madera. Sin embargo, durante años se habían hecho advertencias sobre la destrucción total de Londres por el fuego: en 1559 Daniel Baker había predicho la destrucción de la ciudad "por un fuego que consume". En abril de 1665 el alcalde de Londres había sido advertido de los peligros derivados de las estrechas calles y casas colgantes de madera. Además, un largo y cálido verano había traído consigo una importante sequía que había agotado las reservas de agua.

A pesar de todo, el mayor temor de los londinenses no era el fuego: la peste había matado a más de 68.000 personas en los dos años anteriores. Aunque el rey Carlos II de Inglaterra había regresado en febrero de 1666, Londres seguía siendo un lugar peligroso y los "carros de la muerte" eran una visión común. Lo que más preocupaba a los habitantes de la ciudad era el fuerte viento del Este. Esto, combinado con el ambiente seco y polvoriento, era conocido por ser particularmente eficaz en la propagación de la peste. Resultaría igual de eficaz en la propagación del fuego.

Así, en septiembre de 1666 sólo hizo falta una chispa. Ocurrió en la casa de Thomas Farynor, panadero del rey que vivía en Pudding Lane, cerca del Puente de Londres. A las 2 de la madrugada del domingo 2 de septiembre uno de sus empleados olió el humo y despertó a la familia. Huyeron a través de los tejados colindantes dejando atrás a una criada demasiado asustada como para echar a correr, que pronto se convirtió en la primera víctima del fuego.

Debido a la estrechez de las calles el fuego se extendió rápidamente y al cabo de una hora el alcalde de la ciudad, Sir Thomas Bloodworth, fue despertado con la noticia. No dio importancia al incendio e incluso declaró: "Una mujer puede orinar en él". Sin embargo, al amanecer el Puente de Londres ardía.

El fuego se extendía hacia el Oeste avivado por el viento y el rey fue informado de la situación. Carlos II ordenó al alcalde la demolición de tantas casas como fuera necesario para contener el avance de las llamas, pero la fuerza del viento hizo inútiles los primeros esfuerzos por crear cortafuegos.

Al amanecer del día siguiente el incendio estaba en su apogeo desplazándose hacia el Norte y el Oeste, y en la ciudad cundía el pánico. El duque de York tomó el control de la situación y convocó a las milicias de los condados vecinos para ayudar a la extinción. Sin embargo, las llamas avanzaban sin descanso devorando Gracechurch Street, la calle Lombard, la Royal Exchange, y se dirigían hacia la zona rica de Cheapside. A media tarde el humo podía ser visto desde Oxford y los londinenses huían a los espacios abiertos de Moorfields y la colina de Finsbury.

Al caer la noche las calles estaban colapsadas por los carros de los ciudadanos que huían, y el fuego se dirigía hacia la Catedral de San Pablo, que al día siguiente sufriría una destrucción total.

No fue hasta el tercer día que el viento aflojó y cambió de dirección, empujando el fuego hacia el río y haciendo posible su extinción. Atrás quedaban 373 hectáreas destruidas, 13.200 casas y 84 iglesias.

Se propagó el rumor de que el incendio había sido provocado por un grupo de católicos. Un relojero francés confesó, probablemente bajo tortura, que había sido él el causante del fuego y, aunque se pudo comprobar que era inocente, fue ahorcado. Como era de esperar, Farynor, el panadero, declaró que había apagado sus hornos completamente antes de irse a dormir.

Lo cierto es que fue el olvido de este panadero el causante del gran incendio, aunque durante más de 150 años se culpó del desastre a los católicos.


Fuentes:
- Portalplanetasedna
- BBC History

Más información:
- El País: Fotogalería sobre el incendio de Londres
- Senderos secretos de la sabiduría: La profecía del Gran Incendio de Londres, 1666

1 comentario:

  1. No es la primera vez que los ingleses se ponen a quemar cosas como locos. Parecen falleros.
    Un saludo.

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