En Roma el ejército de milicia siempre fue temporal por esencia y parece que, aun cuando las legiones seguían existiendo por algún tiempo, éstas eran renumeradas al principio de cada año consular. Los hombres se enrolaban, servían normalmente durante una campaña y volvían a la vida civil. Los romanos instituyeron el pago para sus soldados a partir del año 396 a.C., pero éste no cubría más que las necesidades vitales básicas sin constituir una fuente significativa de enriquecimiento. La posibilidad del botín podía atraer a algunos soldados, especialmente cuando se consideraba que el enemigo poseía grandes riquezas, ya que se suponía que el fruto del saqueo se distribuiría más o menos equitativamente entre los miembros del ejército. Con todo, la mayoría de los ciudadanos servían como soldados porque estaban fuertemente identificados con el Estado.
Durante su servicio militar, los ciudadanos romanos se sometían por voluntad propia a una disciplina muy estricta, perdiendo la mayoría de los derechos legales que los protegían en la vida civil. Los soldados podían ser azotados o ejecutados por orden de sus superiores. La cobardía implicaba la pena capital, al igual que otros crímenes, como el hecho de dormir en el puesto de guardia, el robo o la sodomía en el interior del campamento. Desde un punto de vista tanto legal como ideológico, existía una marcada distinción entre el status y el comportamiento adecuado de un romano en su casa y en la guerra. Para denotar ese cambio, el alistamiento en las legiones tenía lugar en el Campus Martius o Campo de Marte, es decir, fuera de la frontera oficial de la ciudad. Las legiones mismas sólo podían entrar en Roma el día del triunfo de un general, cuando él y sus tropas desfilaban por las calles para celebrar el triunfo sobre el enemigo.
Los campamentos temporales simbolizaban la existencia ordenada de los ciudadanos mientras éstos servían en las legiones. Polibio describe con cierto detalle el diseño y la construcción de los campamentos de marcha. Al final de cada día, el ejército romano seguía un plan uniforme y estandarizado que se manifestaba en el trazado de calles, líneas de tiendas de campaña y líneas de caballos rodeadas por un foso y un parapeto. Cada uno sabía dónde iba a dormir y qué labores le correspondían, pues los trabajos se distribuían de modo regular y sistemático.
El campamento de marcha ofrecía protección contra los ataques por sorpresa. Se establecían guardias de día y de noche a una distancia establecida de los parapetos para alertar de cualquier ataque y frenar al enemigo. Las tropas que ejercían este deber se comprometían con un juramento solemne a no abandonar su puesto. Normalmente, el parapeto y foso que rodeaban el campamento eran sólo suficientes para retrasar al enemigo y no para detenerlo, aunque en casos de permanencia durante algún tiempo en el mismo lugar las defensas podían ser reforzadas considerablemente.
Los romanos casi nunca decidieron luchar desde el interior de los muros de su campamento, sino avanzando para encontrarse con el enemigo en campo abierto, confiando en la resistencia y fuerza táctica de las legiones. Entre los parapetos y las líneas de tiendas del campamento existía una amplia área abierta conocida como intervallum, asegurándose de que las tiendas estuviesen fuera del alcance de los proyectiles lanzados desde el exterior. Con mayor importancia, ese mismo espacio permitía que la armada formase rápidamente y se preparase para disponerse en orden de batalla. Se formarían tres columnas, con una cuarta en ocasiones para la caballería. Cada columna se convertiría en una de las tres líneas, de modo que la unidad que formaría a la serecha encabezaría la columna y la de la izquierda estaría detrás. Cada una de las columnas saldría por una de las cuatro puertas del campamento hacia el lugar en que se iba a formar el orden de batalla.
El campamento temporal desempeñó un papel fundamental para permitir a los ejércitos romanos entrar en batalla de una manera organizada.
Fuente:
El ejército romano - Adrian Goldsworthy
Dura era la vida de los legionarios romanos. Eso sí: muchos aguantaban las penurias y calamidades por el sueño del botín de guerra y por recibir con la licenciatura un lote de tierra para retirarse y vivir tranquilos.
ResponderEliminarUn saludo.