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25 de enero de 2011

Las impresiones maternas a lo largo de la historia

Desde tiempos inmemoriales ha existido la creencia de que el aspecto de un recién nacido o incluso algunas malformaciones congénitas, tenían su origen en las cosas que miraba o pensaba la madre durante el embarazo. A esto se le llamó “impresiones maternas”.

Algunos autores cuentan el relato de una dama de alta alcurnia de la antigua Grecia que fue acusada de adulterio. La prueba para su enjuiciamiento parecía irrefutable. Ella era blanca, al igual que su esposo, y había dado a luz a un niño de piel oscura. Cuando la infeliz mujer iba a ser sentenciada, Hipócrates apareció ante los jueces por iniciativa propia. El sabio señaló que ella tenía en su habitación el retrato de un moro y que el niño tenía un parecido fatal con el hombre retratado en la pintura. Debido a que la dama había pasado mucho tiempo en su cámara mirando ese retrato con frecuencia durante su embarazo, recibió una “impresión materna” que alteró la forma y el color de la piel del hijo por nacer. Dada la gran reputación de que gozaba Hipócrates, ninguno de los presentes osó insinuar siquiera que la inclinación de la dama por los caballeros de piel morena debió ir más lejos que la simple contemplación de un retrato. Los jurados fueron convencidos y la dama exculpada.

La creencia en las impresiones maternas se remonta a la India y la China antiguas, así como al folclore temprano de los pueblos africano y asiático, a los antiguos japoneses y a los esquimales. Su antigüedad parece ser la misma que la del género humano.

Mujer gato. Grabado alemán de 1679
Al parecer, los antiguos griegos y romanos creyeron firmemente en las impresiones maternas. Se dice del feo tirano Dioniso de Siracusa que cuando su reina estaba embarazada le ordenó que lo mirara lo menos posible, y que contemplara con fijeza un retrato del héroe Jasón, que fue colgado en la cámara de ella con la esperanza de que el hijo se asemejara al apuesto guerrero. Empédocles creía que los rasgos de los niños recién nacidos a menudo se parecían a las estatuas preferidas por sus madres, y las leyes de Licurgo exigían que las mujeres espartanas contemplaran las estatuas de héroes como Cástor y Pólux durante su embarazo, de suerte que las generaciones futuras pudieran ir ganando en fuerza y valor. En la república ideal de Platón todos los individuos deformes debían ser escondidos para evitar que las mujeres embarazadas imaginativas tuvieran hijos como ellos. El famoso Avicena contó la historia de una gallina que estaba echada sobre sus huevos cuando fue gravemente asustada por un halcón. El temor de la gallina penetró el cascarón de los huevos, siendo causa de que los pollitos nacieran con cabeza de halcón.

Uno de los ejemplos más famosos de impresión materna ocurrió en la Roma del siglo XIII. Durante el primer año del pontificado del papa Martín IV, una mujer perteneciente a la noble familia de Orsini dio a luz a un niño con la piel y las garras de un oso. Los hombres de conocimientos atribuyeron este nacimiento a la pintura de un oso que tuvo en su cámara. Cuando le explicaron al papa esta causa ordenó, con cierta irracionalidad, que todas las pinturas y estatuas de osos que hubiera en Roma fuesen destruidas. Algunos teólogos creían que el pontífice había dejado en libertad a aquella mujer con demasiada facilidad, y recomendaron que se preguntara a todos los cuidadores de osos de Roma si uno de sus animales se había escapado nueve meses antes, y que la mujer fuera torturada para sacarle la confesión de su afición poco común por los osos.

Niño rana, niño oso y niño pato, tres ejemplos de impresiones maternas.
 Ilustración de la obra Monstrorum historia (1642)
Durante el Renacimiento la teoría de la impresión materna fue debatida extensamente, y filósofos y médicos convinieron en que era posible. Martín Lutero escribió que debería considerarse como uno de los principios más ciertos de la medicina. Se creía que si la mujer embarazaba ansiaba algún objeto y simultáneamente tocaba alguna parte de su cuerpo, el niño tendría una marca de nacimiento en la parte correspondiente, una especie de “tatuaje físico” del objeto en cuestión.

Durante los primeros años del siglo XVII muchos científicos rechazaron las viejas ideas de que el nacimiento de niños monstruosos se debía a la cópula de la madre con un demonio o un animal. Sin duda era una bendición para las infortunadas madres de hijos contrahechos, que antes tuvieron que sufrir terribles interrogatorios e incluso torturas de los inquisidores que sospechaban que habían establecido alguna alianza con Satanás.

En 1608 se publicó el primer libro dedicado a las impresiones maternas, De viribus imaginationibus tractatus, escrito por Fieno. Uno de sus ejemplos describe a una mujer de Nápoles que se asusta mucho por algunos monstruos marinos y más tarde da a luz un hijo que tiene el cuerpo lleno de escamas como un pez. Se decía que este niño comía solamente pescado y también olía a pescado.

Otro caso sonado fue el de Madeleine d'Auvermont, noble dama francesa que en 1637 dio a luz un niño saludable mientras su marido llevaba cuatro años en el extranjero. Fue acusada de adulterio y su defensa fue que había pensado tanto en su esposo y había soñado tanto con él, que el hijo fue concebido por la fuerza de la imaginación. Después de consultar a expertos médicos y teólogos el veredicto fue que el hijo debía considerarse legítimo.

Durante el siglo XIX se formó un cuerpo cada vez mayor de argumentos científicos contra la vieja y persistente falacia. En 1860 ya estaba claro para fisiólogos y embriólogos que la idea carecía totalmente de fundamento. En el siglo XX aún hubo constancia de algunas madres que creían firmemente haber sufrido algún tipo de impresión materna, normalmente se trataba de mujeres con algún problema mental.


Fuente:
Gabinete de curiosidades médicas – Jan Bondeson

8 comentarios:

  1. Jajaja la historia de Hipócrates y la madre del retrato del moro me recuerda a las excusas que ponían las madres de antes cuando un ahija se quedaba embarazada antes del matrimonio: "si es que fue a la piscina y como el agua estaba tan sucia y la gente hace de todo dentro pues se quedó embarazada" jajaja

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  2. Curiosísimo, no había leído nunca nada sobre esto.

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  3. Je, y cuando María Teresa, la esposa de Luis XIV, dio a luz a una niña demasiado oscura, se dijo que era por haber mirado fijamente durante el embarazo a un niñito negro, un enano que tenía como paje, junto con una desmedida afición por el chocolate, jijiji. Qué cosas, madame!

    Feliz dia

    Bisous

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  4. Vaya, qué curioso, al menos son excusas originales :-)))

    Un saludo.

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  5. ¿En qué pensaría la madre de Roxi de Palma para que le salieran a su hija esas napias tan prominentes? Jejeje.
    Un saludo.

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  6. En otros tiempos por un antojo de los de ahora abría salido un niño buñuelo, jejeje. Un abrazo.

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  7. Gracias por instruirme al respecto, desconocía acerca de esto.
    Muchas gracias.
    Un cordial saludo.

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  8. Qué curioso, no tenía ni idea de esta historia. No se qué me asombra más, si la capacidad de inventar escusas o que gentes como Aristóteles las crean firmemente. En cualquier caso una entrada muy interesante.

    Un saludo.

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