En 1842, Edwin Chadwick, reformista social inglés conocido por su trabajo para reformar y mejorar las condiciones sanitarias y la salud pública, un informe que mostraba que al menos el 50% de las ciudades británicas tenían suministros de agua insalubres. Las epidemias de cólera eran devastadoras. Poco a poco la sociedad victoriana se fue haciendo más consciente de la necesidad de mejorar las condiciones de vida higiénicas y se fueron introduciendo mejoras médicas y de salubridad.
EL SPRAY ANTISÉPTICO
Louis Pasteur demostró que las bacterias y gérmenes eran los causantes de enfermedades y buscaba una solución para evitar infecciones masivas. Pero fue el cirujano inglés Joseph Lister, en 1869, el que descubrió un spray carbólico cuyo uso contribuyó a reducir en gran medida el número de muertes por infecciones contraídas en el quirófano. Fue también Lister quien utilizó el catgut como hilo de sutura; este hilo era en realidad una serie de filamentos realizados con láminas de membranas de serosa intestinal de gato.
Lister defendió el uso del fenol como antiséptico para lavar el instrumental utilizado por los cirujanos, las manos de los propios cirujanos y las heridas abiertas de los pacientes. El uso generalizado de los antisépticos contribuyó en gran medida a la reducción de muertes por infección de las heridas o por el paso de un paciente por el quirófano.
EL INHALADOR DE ÉTER
Fue el primer anestésico, ya que hasta 1846, fecha en la que el dentista americano Horalce Wells la utilizó por primera vez para dejar inconsciente a un paciente, las intervenciones quirúrgicas se realizaban sin anestesia. Posteriormente en 1850 se extendió por todo el mundo mediante un inhalador de éter llamado Morton (ver foto).
LA JERINGUILLA HIPODÉRMICA
En 1844 el físico irlandés Francis Rynd inventó una aguja hueca (hollow needle) para poder inyectar fluidos al cuerpo. A partir de esta aguja Alexander Wood, médico escocés, inventó la aguja hipodérmica en 1853.
Fuente: http://lacasavictoriana.wordpress.com
Revolucionarios inventos. Gracias a ellos aumentó la esperanza de vida, reduciéndose la mortalidad considerablemente. A finales del siglo XIX la humanidad dio un salto de gigante.
ResponderEliminarImportantes avances, sí; pero miedo me daría que me durmieran con ese inhalador de éter. No quiero ni pensar cuántos anestesiados durmieron un sueño eterno por un exceso de dosis. Saludos.
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