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5 de diciembre de 2010

Así eran las guerras de los griegos

En la Grecia clásica la guerra tenía dos caras. Los ideales, y algunas de las costumbres, favorecían que se entablaran guerras y combates como si se tratara de un juego ordenado de acuerdo con unas reglas restrictivas. En la práctica, la búsqueda tanto de los beneficios como del honor casi no conocía freno, por lo cual se tendía a emplear todas las armas y recursos disponibles.

Las contiendas solían estar restringidas a los cuatro o cinco meses de la estación veraniega. La mayoría de campañas se desarrollaban entre la cosecha de cereales (en mayo) y la vendimia (en septiembre) o, a lo sumo, la labranza (en noviembre), cuando el abastecimiento podía confiarse al saqueo de cereales y era posible acampar al raso. El verano, asimismo, era la única época de navegación segura. La mayoría de ciudades no contaban con recursos para extender la guerra más allá de este periodo; los pocos estados que sí disponían de los soldados y el dinero necesarios alargaban la temporada hasta donde les era posible.

Los asedios no eran habituales pero tampoco eran algo desconocido. La relativa escasez de asedios se debía más a una falta de medios que a una decisión voluntaria. Cuando se les presentaba la oportunidad, los griegos no solían desaprovecharla y saqueaban la ciudad enemiga.
Los enfrentamientos a campo abierto se desarrollaban, con frecuencia, como si estuvieran regulados, debido a que las guerras solían seguir unos modelos predecibles: un ejército empezaba por devastar una explotación agrícola enemiga, los defensores salían al paso para detenerlo y las dos fuerzas combatían abiertamente en el llano. Los ejércitos podían permanecer acampados uno frente al otro durante unos días, esperando a que se presentara la oportunidad más favorable para atacar o que el enemigo tomara la iniciativa.

La guerra estaba sometida a ciertas restricciones de orden religioso. Un ejército no podía moverse sin antes consultar los oráculos y los augurios. Los malos augurios solían ser considerados razón suficiente para retirarse o permanecer inactivos. Los terremotos, por su parte, eran un presagio de advertencia que detuvo a más de una expedición. Asimismo, los escrúpulos religiosos exigían la observancia de determinados periodos sagrados, durante los cuales era ilícito combatir. Los espartanos, por ejemplo, no participaron en la batalla de Maratón porque no estaban autorizados a comenzar una campaña antes de la luna llena. Ninguna polis estaba autorizada a combatir durante las treguas destinadas a la celebración de los juegos olímpicos o cualesquiera otros juegos panhelénicos.

En cuanto a las restricciones morales, eran escasas pero significativas. Uno de los ideales vigentes indicaba que si se tomaba una ciudad griega, no se podía esclavizar ni masacrar a sus habitantes, y tampoco destruir sus edificios. En campo abierto estaba prohibido mutilar a los enemigos muertos: los vencedores se limitaban a despojar los cuerpos de todas sus posesiones, para luego permitir que los cuerpos desnudos fueran recuperados por sus compañeros, una vez promulgada una tregua. El ejército derrotado, por su parte, estaba obligado a respetar el trópaion de su enemigo (un trofeo realizado al colocar las armas y armaduras capturadas sobre una estructura de madera que señalaba el lugar de la victoria), aun cuando ello significara tolerar la presencia de un monumento conmemorativo de la propia derrota, tal vez a las puertas de la propia ciudad.

Invariablemente, a una declaración de guerra le sucedía el envío de tropas para que arrasaran y saquearan el territorio enemigo. Las guerras podían seguir su curso sin necesidad de combates a campo abierto o de asedios, pero nunca sin el intento de llevar la destrucción a las tierras hostiles. La esencia de la guerra griega consistía en imponer un castigo o cobrarse una venganza mediante la devastación agrícola.

El verbo “asolar” significaba hollar los cultivos, talar los árboles, quemar las cosechas, destrozar la maquinaria agrícola y arrasar las granjas. Otro componente esencial del saqueo era lo que los griegos denominaban ágein kaí phérein, que equivalía a arramblar con todos los animales, esclavos y bienes muebles del enemigo. El daño inflingido dependía del plan del invasor, de sus recursos y sus intenciones. Pero en general, los saqueadores encontraban pocos bienes que arrasar puesto que el campo solía ser evacuado antes de su llegada. La población buscaba refugio en las ciudades, y se llevaban consigo incluso el maderamen de sus propias casas.


Fuente:
La Grecia clásica: 500-323 a.C. - Robin Osborne

1 comentario:

  1. Muy interesante la entrada con los pormenores del comportamiento de los griegos en caso de batalla. Lógicamente había sus limitaciones y sus reglas en el trato al enemigo.
    Un saludo.

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