La profesión de caballero exigía una buena condición física y un entrenamiento regular para el combate. La caza, su placer favorito, ofrecía la oportunidad de hacer frente, en los extensos bosques, a animales salvajes todavía abundantes en Europa occidental, con el arco, la lanza y la espada. Diversas actividades “deportivas” contribuían de este modo a la mejora de su condición física. Pero a esto había que añadir un entrenamiento específico para el combate a caballo, sobre todo tras la generalización de la carga frontal.
La habilidad individual en el manejo de la lanza se adquiere ante todo mediante el ejercicio del estafermo; básicamente se trata de golpear con la punta, a galope tendido, el escudo colocado en el brazo transversal de un maniquí sujeto a un poste y esquivar el golpe de rebote del otro brazo armado del maniquí. Hay otros juegos guerreros que están destinados probablemente a preparar para los combates reales. Pero apenas nos quedan huellas antes del siglo XI, época de la aparición de los torneos, término genérico que, en el siglo XII, abarca el conjunto de los ejercicios guerreros específicos de la caballería.
Los torneos muestran tres rasgos principales: un aspecto utilitario de entrenamiento para los combates reales de la guerra, una dimensión lúdica que hace de ellos un juego y a la vez un deporte de profesionales cuyo objetivo no es matar, sino vencer por la gloria y por el beneficio, y un carácter festivo, que los convierte en un espectáculo codiciado por un público numeroso y entusiasta.
Las fuentes históricas hacen pocas descripciones de los torneos, porque sus autores, generalmente eclesiásticos, las omiten voluntariamente. La literatura, en cambio, sobre todo los romances caballerescos, ofrecen abundantes y minuciosas descripciones.
Los orígenes del torneo son bastante oscuros. Alguna vez se creyó encontrar sus más profundas raíces en el relato de un simulacro de batalla, organizado en el año 842, con motivo de la alianza de Carlos el Calvo y de Luis el Germánico: en presencia de los dos reyes, un número igual de guerreros de los dos ejércitos se lanzan unos contra otros, después simulan una huida. Al final, los dos reyes a caballo se lanzan en persecución de los fugitivos a quienes amenazan con la lanza.
La existencia de combates singulares o reducidos es innegable. Proceden del combate judicial o del juicio de Dios y tienen a veces como protagonistas a príncipes rivales que buscan probar su derecho en el lugar de una batalla o en vez de ella.
La palabra “torneo” no se utilizó inmediatamente para describir esos encuentros organizados. Aparece en 1157 en la pluma del obispo Otón de Freising y por esas fechas los torneos ya están ampliamente extendidos.
Fuente:
Caballeros y caballería en la Edad Media - Jean Flori
Más información sobre el tema:
http://historia.mforos.com/725447/8703474-los-torneos-medievales
Entre las armaduras y el peso de las armas la verdad es que si hacía falta estar fuerte.
ResponderEliminarLas competiciones siempre a causado la fascinación entre las gentes. Observar las habilidades en justa lucha entre oponentes, fuera cual fuese la causa, todavía hoy nos atrae. Qué es el deporte profesional observado desde las gradas por unos espectadores, que toman partido por alguno de los contrincantes. Sobre un dramático combate celebrado durante un torneo; y sobre un torneo organizado por un caballero enamorado, para demostrar el amor a su dama, puedes leer en mi blog, si quieres, el artículo “El paso honroso”. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tu visita y enlace. Hago lo propio. Saludos y hasta pronto.
ResponderEliminarUn placer. Lo malo es que no siempre tengo tiempo de visitar y comentar a todos, pero se hace lo que se puede.
ResponderEliminarSaludos.
En efecto, una forma de entrenamiento, una manera de estar siempre a punto para la guerra, pero también un espectáculo de masas, un "deporte" de aquellos tiempos para entretaner a las gentes del lugar.
ResponderEliminarUn saludo.