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5 de octubre de 2010

La infancia de Carlos III

Cuentan las crónicas que el 2 de mayo de 1715 salieron los reyes don Felipe V y doña Isabel de Farnesio, desde el Buen Retiro hacia Aranjuez. Hicieron oración en el santuario de Atocha y pasaron la noche en Pinto. Así se viajaba entonces para recorrer seis o siete leguas.
Pues bien, en Aranjuez, el 5 de julio se hizo pública la noticia de que la reina estaba embarazada. El 24 de diciembre del mismo año, -continúa la crónica- "sus Majestades y Altezas han determinado pasar del Retiro a Palacio que se está menageando".

El viejo Alcázar de los Austrias se remozaba "a la francesa" para hacer más confortable el alumbramiento real. Éste tuvo lugar entre las 3 y las 4 de la mañana del día 20 de enero en aquel frío, inmenso y destartalado castillo-palacio. Vino al mundo el infante don Carlos de Borbón y Farnesio, el último rey que nació en el Alcázar que sería destruido por un incendio veinte años después.

En los albores del siglo XVIII se rodeaba de gran solemnidad todo lo que tenía relación con la Casa Real. Se espera que doña Isabel de Farnesio de a luz al cuarto hijo de Felipe V. Ha muerto Luis XIV hace pocos días. Su nieto, después de las solemnes exequias por el Rey Cristianísimo, da orden de que todos los presidentes de consejos, máximas autoridades, grandes de España, embajadores de las potencias... estén preparados para asistir al alumbramiento por la reina que se prevé próximo. El duque de Pópoli organizará los actos dentro de palacio y el marqués de Montealegre se ocupará de la guardia exterior y de dejar libres los alrededores y accesos al Alcázar.

Felipe V
Vino al mundo el primero de los siete hijos que dio a don Felipe su segunda esposa. La "Gaceta", como no podía ser menos, le califica de hermoso, blanco y rubio, aunque parece que de poco peso.

El regio vástago vio la luz ayudado por una comadrona francesa, madame Copené, y por varios médicos, todos de gran uniforme de gala. Enseguida se puso al servicio del infante una larga serie de señoras de diversa condición social, desde su muy querida aya doña María Antonia de Salcedo y su nodriza Isabel Ramírez de Cañizares, hasta una colección de servidoras de la que dan detallada noticia las crónicas de la época: una asistenta de nodriza, una acunadora, dos lavanderas, una planchadora, un ama de repuesto, etc.

Isabel de Farnesio
En la Corte de Madrid la influencia italiana de Isabel de Farnesio había sustituido políticamente a la francesa, no así en cuanto a costumbres ya que las modas y la lengua del vecino país seguían siendo las imperantes en Europa.

En palacio, la reina seguía dando a luz. El 31 de marzo de 1718 le tocó el turno a una niña, la única de la numerosa familia. Para su hermano Carlos, de dos años, iba a ser su adorada "Marianina".
Los días y los años se pasaban entre Aranjuez, El Escorial, Valsaín y el Buen Retiro, muchas cacerías y aún más frecuentes devociones, las procesiones del Corpus, los maitines en la capilla de palacio, los rosarios en la cámara. De vez en cuando llegaban noticias de los galeones que traían de las Indias Occidentales los tesoros ultramarinos.

Marianina
Un buen día, sus Majestades llaman a don Carlos y le comunican que han acordado casarle con la princesa de Beaujolais, de 8 años de edad, que acaba de ser bautizada con el nombre de Felipa Isabel, ya que sus padrinos son los reyes de España.
La tal mademoiselle, con importante séquito, carrozas, pajes, guardias de corps, damas y casa propia, llega a Irún, donde la recibe el duque de Osuna en nombre de Felipe V. Algo así como 20 días tardó la niña francesa en llegar a Buitrago, donde se hizo acudir al infeliz de don Carlos para recibir a su prometida. Al día siguiente llegarían los reyes. El cronista tiene palabras de conmiseración para el muchachito de 7 años del que dice que "no era precoz ni malicioso, de imaginación más bien lenta y habituado a seguir la disciplina de sus mayores". Con ellos asistiría al gran baile de gala y a la representación teatral en el Buen Retiro para "celebrar la boda del señor infante". No debió divertirse mucho el jovencito de 7 años ya que consta que llegó a tener verdadera aversión a la ópera, de tantas a las que se le obligó a asistir.

Por aquellos días el rey consideró que don Carlos estaba ya en buena edad para pasar de la jurisdicción femenina de su aya a la de un ayo, el duque de San Pedro. Y con ello todo un equipo personal de nómina fija, que iba desde un gentilhombre a un mozo de retrete.

Los acontecimientos políticos más importantes, por su futura repercusión en la vida del infante que se producen en sus primeros años, son, entre otros, la abdicación de Felipe V y el brevísimo reinado de Luis I, la muerte repentina del duque de Orleáns, padre de su prometida, y la noticia del reciente fallecimiento de Cosme III, Gran Duque de Toscana. Transcurrido apenas un mes, el emperador de Austria expedía la investidura eventual de dicho ducado en favor de don Carlos, conforme al gran designio de doña Isabel de Farnesio de tallar coronas en Italia para sus hijos.

Luis I
El infante prosigue con regularidad sus estudios, se muestra con precoz facilidad para las lenguas, y el cronista, más bien adulador, dice que "danzaba con donaire, montaba gentilmente a caballo y apuntaba bien a las piezas". Dice también que "era de continente agraciado, de genial muy dulce y de trato sobremanera afectuoso, de buenos instintos y piedad sincera". Todo es creíble salvo lo del continente agraciado, si bien es verdad que en su dorada juventud el pintor Van Loo nos lo presenta apuesto y de buen semblante en el gran retrato de toda la familia de Felipe V.

Carlos III, de "continente agraciado", según el cronista
Doña Isabel de Farnesio seguía pariendo y don Felipe V decaía física y moralmente de día en día, recluido en palacio, rodeado de médicos y jugando a los "trucos" en los momentos lúcidos. Nació otra hermanita para Carlos, María Teresa Antonia, y un año después un nuevo hermano, Luis Antonio, en un parto tan rápido y fácil de la reina-coneja, que no hubo tiempo para convocar a la Corte y demás dignidades.

Probablemente porque se confía en la bondad del clima para la salud del rey, la familia en pleno se traslada a Sevilla. Los cronistas cuentan que el infante don Carlos vivió días felices, cabalgando, adiestrándose con el arcabuz, navegando por el Guadalquivir... Vio el mar por primera vez. ¡Qué importante iba a ser esa impresión para su futura política!


Fuente:
Carlos III - José Antonio Vaca de Osma

Otras lecturas relacionadas:
Cervantes Virtual - Vida de Carlos III
Biografías y Vidas - Biografía de Carlos III


2 comentarios:

  1. E Isabel de Farnesio no paró hasta ver a su hijo Carlos convertido en rey tras el breve reinado de su hermanastro Fernando VI.
    Un saludo.

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  2. Todo un carácter el de Isabel de Farnesio. Dominante y posesiva, hasta los cuadros colgados en el Palacio de la Granja, se distinguen entre los que eran propiedad de Isabel de los que lo eran del rey por distintas señales puestas en sus esquinas. De su hijo sólo buenas palabras: aunque guapo no se puede decir que fue, al menos de mayor, sí fue un gran rey...y el mejor alcalde de Madrid. Me ha gustado tu artículo. Saludos.
    Saludos.

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