Príncipe de Viana |
Al príncipe de Viana, Carlos de Navarra (1421-1461), le tocó vivir uno de los períodos más turbulentos de nuestra historia, cuando, en la primera mitad del siglo XV, una profunda crisis afectó a los reinos peninsulares, tanto a los cristianos como al reino nazarí.
La desafortunada suerte de los descendientes de la larga prole, legítima e ilegítima, de Carlos III, que murieron con corta edad, hizo que la corona del reino recayera en la hija de éste, doña Blanca, a quien le tocó la responsabilidad de los destinos de Navarra. Casada, a iniciativa de Carlos III, su padre, con Martín el Joven -hijo de Martín el Humano, que gobernaba la isla de Sicilia-, de cuyo enlace nació un príncipe que vivió brevemente, en 1409 Blanca enviudó, recibiendo la regencia de su reino insular, hasta la sublevación de los sicilianos contra los aragoneses, tras la cual regresó a Navarra por su propia seguridad.
Once años después, en 1420, Blanca volvió a contraer matrimonio, esta vez con Juan, hermano del rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo (1416-1458). “Este príncipe Juan era casi shakesperiano, vesánico, violento y ambicioso; un hombre colérico pero de una gran astucia y de una dureza de carácter sin límites”, así lo calificó el historiador Néstor Luján.
Mientras vivía su padre Blanca encontró apoyo en él, pero a la muerte de éste en 1425 se vio a merced de su imperativo, colérico y tirano esposo que como rey consorte disponía de inmensas posesiones en Castilla.
Blanca de Navarra |
Blanca de Navarra, en su lecho de muerte, rogó a su hijo Carlos como última voluntad que no usara el título de rey sin el consentimiento de su padre. Pero como el monarca aragonés no se lo consintió jamás se llegó a la guerra civil, desfavorable para el melancólico Carlos. Con la muerte sin sucesión de Alfonso V el Magnánimo la situación se complicó todavía más. Al subir al trono Juan, las desavenencias entre padre e hijo llevaron al territorio catalán los antiguos problemas feudales, con sus correspondientes desequilibrios económicos y sociales. Sin embargo, una buena parte de la nobleza catalana se puso al lado del príncipe cuya figura se convirtió en un ídolo contra la tiranía de Juan II.
Juan II de Aragón |
Pero la frágil salud del príncipe de Viana no pudo resistir el maremoto de intrigas y convulsiones que se respiraba en Cataluña. Murió casi repentinamente, a la edad de 40 años, por causas aún desconocidas. Oficialmente, el príncipe de Viana falleció de pleuresía; sin embargo algunos historiadores sostienen que arrastraba una tuberculosis galopante. Otros aseguran que realmente murió envenenado por orden de su madrastra. Lo cierto es que los últimos años de su vida transcurrieron envueltos en una pesadilla, el temor a ser envenenado lo convirtió en un paranoico espantadizo. Incluso se dice que en una ocasión su hermanastro Fernanado -el futuro Fernando el Católico- se ofreció a probar su comida porque Carlos se negaba a ingerir alimentos, por miedo a ser envenenado.
Fuente:
El libro negro de la historia de España - Jesús Ávila Granados
Y si el Príncipe fue desgraciado, no lo fue menos su hermana, de nombre Blanca, como su madre, a la que casaron con Enrique de Castilla, que la repudió. Si el Príncipe fue encarcelado, también ella lo sería, como es posible que fuera envenenada como lo fue su hermano. No es de extrañar que con tanta conspiración, rencilla, traición y muerte, tengamos temas sobre lo que escribir durante mucho tiempo. Un abrazo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFamilia desgraciada y encima mal avenida. Está claro que el dinero o el poder no dan la felicidad. No hay cosa que envilezca más al ser humano que llevarse mal con los de su propia sangre.
ResponderEliminarUn saludo.