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28 de septiembre de 2010

El hombre que inventó la luz para los ciegos

Antiguamente, la vida de los ciegos era excesivamente limitada. La sociedad les negaba cualquier posibilidad de progreso y se veían obligados a vagabundear, pedir caridad pública, vivir en asilos o realizar sencillas tareas. El estudio, la lectura y escritura eran asuntos a los que difícilmente tenían acceso. Todo esto cambió gracias al invento de un hombre sencillo que dedicó su vida a diseñar un alfabeto especial para los invidentes.

Louis Braille nació el 4 de enero de 1809 en Coupvray, una ciudad cercana a París, Francia. Su padre fue un gran artesano de pieles y sillas de montar.
Durante su infancia, al pequeño Louis le gustaba visitar el taller de su padre para jugar con las herramientas que estaban a su alcance; quizá soñaba con aprender algún día el oficio y heredar el taller. Sin embargo, una tragedia cambió el rumbo de su vida.

El pequeño Louis Braille, de apenas tres años, jugaba a cortar cuero en el taller de su padre, cuando de pronto, uno de los cuchillos resbaló de su mano y se incrustó en su ojo izquierdo. Los pocos conocimientos de medicina de aquel entonces hicieron imposible que el ojo del pequeño se salvara. Eso no fue todo: la falta de cuidado le provocó una infección tan severa que se extendió al ojo sano y también le produjo ceguera.
Ya lo dice el dicho: "No hay mal que por bien no venga" y este accidente, que parecía la mayor desgracia para un hombre, permitió a Louis Braille conseguir la inmortalidad.

De gran inteligencia y dotado de un carácter fuerte, Louis Braille pudo sobreponerse a la ceguera y llevar una vida casi normal. Incluso, aprendió música y fue un excelente ejecutante de órgano y chelo.
A los diez años, Louis ingresó en el Instituto Nacional para Jóvenes Ciegos de París, fundación creada por Valentín Hay, quien desarrolló un método de lectura para ciegos basado en letras realzadas sobre papel. Debido a su necesidad de comunicarse, Louis Braille aprendió este sistema, pero notó que el aprendizaje además de lento hacía difícil la lectura y no permitía aprender a escribir.

Con apenas catorce años, Braille decidió crear un nuevo sistema que no sólo fuera fácil, sino que además permitiera al invidente aprender a escribir. Las cosas no fueron fáciles pues sus primeros intentos siempre terminaban en rotundos fracasos.
Un año después, en 1824, Braille conoció la escritura nocturna, inventada por Charles Barbier, un capitán del ejército francés que en 1819 había diseñado un sistema de escritura de 12 puntos realzados sobre papel. Fue diseñado para que las tropas guerreras recibieran y leyeran mensajes a oscuras, en los campos de batalla, evitando así alertar al enemigo.
Louis Braille se interesó por el método de Barbier y se propuso adaptarlo a la idea que ya tenía. Para empezar, redujo el código de 12 puntos a sólo 6, gracias a sus conocimientos del idioma. Además, introdujo variantes y contracciones gramaticales, a fin de simplificar el aprendizaje, facilitando su correcta utilización.
Después de revisar una y otra vez su método, Braille se dio cuenta de que el sistema de lectura también servía para aprender música. Confiado en la gran aceptación que su invento tendría en la sociedad, en 1829 publicó un libro con las bases del sistema. Sin embargo, la realidad fue bien diferente; nadie se interesó por su invento el cual cayó en el olvido.
Braille no se sintió derrotado, continuó estudiando en el Instituto y al graduarse se incorporó a él como maestro. Creía que tal vez su sistema no era suficientemente claro, así que pasó los años siguientes agregándole mejoras, hasta publicar una segunda versión en 1837.


Como el reconocimiento no llegaba, Braille se refugió en el órgano, instrumento que tocaba todos los fines de semana en diversas iglesias de la capital francesa.
Enfermo de tuberculosis, casi en la miseria, Louis Braille pasó el resto de su vida enseñando a leer y escribir a los ciegos del Instituto, apoyado en su sistema, hasta que el 28 de marzo de 1852 murió en París y sus restos fueron enviados a Coupvray.

Un siglo después, los frutos de su esfuerzo comenzaron a surgir, cuando un grupo numeroso de ciegos apareció en la vida pública demostrando una sorprendente destreza para leer y escribir. Al ser interrogados, todos los invidentes afirmaron haber aprendido gracias a un librito escrito por un tal Louis Braille. Las autoridades buscaron afanosamente al creador de tan maravilloso invento que iluminaba el conocimiento a los ciegos, pero Braille había muerto cien años atrás en el más completo abandono.

Buscando reparar tan lamentable olvido, el gobierno francés ordenó trasladar de inmediato los restos de Louis Braille desde su natal Coupvray a París, donde ahora descansa en el panteón dedicado a los Hombres Ilustres. Los ciegos tienen una inmensa deuda con este hombre.


Fuente:
Los inventos que cambiaron el mundo - Julio Guzmán Ludovic

4 comentarios:

  1. Un hombre imprescindible, un poco de luz arrojada sobre un mundo donde reina la oscuridad.
    Un saludo.

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    Un saludo.

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  4. Que lástima que el reconocimiento llegue tan tarde...

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