Páginas

8 de noviembre de 2009

El gigante de hierro

El ingeniero francés Gustave Eiffel es mundialmente conocido por la esbelta torre que lleva su nombre, y que se ha convertido no sólo en un símbolo de París, sino de Francia entera. Eiffel presentó primero su proyecto de torre a los responsables del Ayuntamiento de Barcelona, para que se construyera en esta ciudad con motivo de la Exposición Universal de Barcelona (1888). Pero al ayuntamiento barcelonés le pareció una construcción extraña y cara, que no encajaría con la ciudad. Tras la negativa barcelonesa, Eiffel, un año mas tarde, presentó su proyecto a los responsables del ayuntamiento de París, dado que allí fue donde se celebró la siguiente Exposición Universal (1889). Éstos aceptaron construir la torre, pese a que en principio pensaron que la tendrían que desmontar una vez acabada la exposición. Las posibilidades de la arquitectura metálica alcanzaron su punto culminante con la construcción de esta torre, la más alta de la época. En este sentido, las investigaciones del ingeniero en el campo de las vigas de celosía y de su resistencia al viento resultaron fundamentales. Los trabajos empezaron el 1 de julio de 1887 y terminaron dos años después. En ellos intervinieron unos 250 obreros. Como material básico se empleó hierro forjado y colado sin revestir. En función de la naturaleza puramente estética de la torre, Eiffel la concibió como una estructura abierta, elemento que le proporciona una mayor ligereza. Gracias al original entramado de las vigas, incluso con vientos huracanados la torre nunca se inclina más de 12 centímetros. Para anclar la estructura en el suelo, Eiffel colocó cuatro pilares que utilizan un sistema de prensa hidráulica que ya había experimentado en la construcción de algunos de sus puentes. La torre se sustenta sobre grandes arcos parabólicos y carece de funcionalidad alguna (en la actualidad está coronada por una antena de comunicaciones). Los ascensores acristalados, diseñados por la norteamericana Otis Elevator Company, contribuyen a hacer del monumento una de las principales atracciones turísticas del mundo. Construida sin errores, sin accidentes ni retrasos la torre fue inaugurada entre la admiración popular por el entonces príncipe de Gales, Eduardo. Durante cierto tiempo la torre corrió el peligro de ser desmantelada, ya que fue considerada por muchos como una abominación de la arquitectura moderna. Especialmente ofendidos se mostraron algunos intelectuales y artistas, como el poeta Paul Valéty. La polémica alcanzó su punto culminante en 1887, con la aparición del manifiesto titulado Protesta de Artistas en el periódico Le Temps. En él, personalidades de renombre del mundo da la cultura solicitaban el abandono del proyecto en estos términos:
"Escritores, escultores, pintores y amantes apasionados de la belleza hasta ahora intacta en París, venimos a protestar con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra indignación, en nombre del gusto francés despreciado y en nombre del arte y la historia francesa amenazados, en contra de la erección en pleno corazón de nuestra capital de la inútil y monstruosa torre Eiffel. ¿Hasta cuándo la ciudad de París se asociará a las barrocas y mercantiles imaginaciones de un constructor de máquinas para deshonrarse y afearse inseparablemente? Pues la torre Eiffel, que ni siquiera la comercial América querría, es, no lo dudéis, la deshonra de París (...)"
Otros ciudadanos, sin embargo, mostraron su complacencia. Una vez clausurada la Exposición, el gusto del público ya se había hecho a la presencia del moderno monumento, que no fue desmantelado a los veinte años de su construcción como se planeó en un principio. Con una altura superior a los 300 metros, la torre fue el edificio más elevado del mundo hasta la erección del Edificio Chrysler de Nueva York, en 1930. Obra cumbre de su creador, este intento por extraer todas las cualidades estéticas del hierro constituye la exaltación de la nueva arquitectura y del progreso. Algunas curiosidades:
  • La altura, incluida la antena, es de 320 metros.
  • En los días de calor es 15 cm más alta, debido a la dilatación del metal.
  • Se usaron dos millones y medio de remaches.
  • Su oscilación por efecto del viento nunca supera los 12 centímetros.
  • Alcanza las 10.100 toneladas de peso.
  • Cuarenta toneladas de pintura son necesarias cada año para repintarla.
  • En un día claro es posible ver desde la cima la catedral de Chartres, a más de 70 km. de la capital.

5 comentarios:

  1. Lo que se consideró por muchos una aberración de la arquitectura, una osadía descabellada, con el tiempo se convirtió en el símbolo de París y de la modernidad. Paradojas de la historia.
    Una apreciación:
    Para mí la mejor vista de la ciudad no es desde arriba del todo, porque se ven las cosas demasiado pequeñas, sino desde la segunda planta.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. A mí me impactó mucho cuando fui la primera vez a París.
    Y tanto impresionó a sus contemporáneos que pensaron que tal vez su "fealdad" podría mejorarse poniendo elefantes de hierro en las patas...
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Madame, que detalle, el simbolo de la ciudad de mis amores!
    La verdad es que parece dos torres diferentes segun se la mire de dia o bien iluminada de noche, pero en cualquier caso ha sido todo un logre para el gigante de hierro convertirse en el simbolo que es hoy.

    Buenas noches, madame

    Bisous

    ResponderEliminar
  4. Anda, que casi nos la hace en Barcelona! jeje! La vi en una parada en un viaje a Londres en bus y me pareció espectacular y llena de magia.

    ResponderEliminar
  5. Pues sí, la podríamos tener aquí. Pero el alcalde de entonces era muy listo.

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario.